Opinión: ESG y Gestión de Riesgos, una inversión al futuro

El cambio climático es la principal amenaza ambiental de nuestros tiempos. Da cuenta de ello el último informe del IPCC publicado en agosto de este año, el cual llama a adoptar medidas urgentes en contra de este flagelo.

Los riesgos asociados a este fenómeno deben ser oportuna y debidamente medidos, publicados y, por último, abordados y gestionados en su mérito.

Es por ello que la CMF,  bajo el marco del pilar prudencial, uno de los dos pilares sobre los cuales se sustenta su modelo de supervisión, y con un foco en la estabilidad financiera y la gestión de los riesgos, está próxima a dictar una Norma de Carácter General (“NCG”) que modificará la NCG N° 30, modernizando y perfeccionando la información exigida en el Reporte de Responsabilidad Social y Desarrollo Sostenible que los emisores de valores deben incluir en su memoria anual (actualmente regulada por la NCG N° 386), que incluye la gestión de riesgos climáticos.

Sin perjuicio que para los emisores la observancia de toda regulación de por sí es importante, el cumplimiento de esta nueva normativa les traerá beneficios.

En primer lugar, porque el proveer de información al mercado acerca de elementos asociados al cambio climático, que pudiesen afectar el normal funcionamiento de una empresa, dentro de un contexto de información asociada también a medio ambiente, social y gobernanza (“ESG”, por sus siglas en inglés), facilita una mejor evaluación de riesgos, y por lo tanto, favorece la toma de decisiones, con una acertada identificación de las variables involucradas.

En segundo lugar, porque evita asimetrías en la entrega de información y de cierta forma estandariza la entrega de la misma.

Lo anterior es importante tanto para los inversionistas (nacionales y extranjeros) dentro de un creciente interés por invertir en empresas sostenibles y conocer información no financiera, como también dentro de las empresas porque permite promover un desarrollo sostenible que incorpore temáticas ESG a su gestión interna, que cumpla no sólo con los requerimientos del regulador, sino que también con las expectativas de un mercado cada vez más preocupado de dichas temáticas. En tal sentido, la correcta adopción de los factores ESG, y en particular la gestión de riesgos climáticos, constituye una herramienta útil y necesaria para poder identificar nuevos riesgos no financieros que afecten a las empresas.

El proceso de transición hacia una economía baja en carbono conlleva riesgos que es necesario evaluar oportunamente dentro de los cuales se encuentran los regulatorios, físicos, de litigación, reputacionales, deterioro de activos, cambios tecnológicos, nuevos modelos de negocios, etc. Por ello, la profundidad y extensión del reporte que sea exigido conforme a la nueva NGC en la materia a ser dictada por la CMF, puede constituir una oportunidad para que las entidades, fiscalizadas o no, sepan medir y gestionar sus factores ESG, incluido su riesgo climático, lo que las hará más estables financieramente en el tiempo, y atraerá mayores flujos de capital para su desarrollo.

Una buena evaluación de riesgos ESG actúa finalmente como un predictor de riesgos a largo plazo y envía una señal en línea con las exigencias del mercado, que será positivamente  evaluada por los inversionistas.

Andrés del Valle – Arturo Brandt

Grupo Vial Abogados